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La Voz de Galicia

GALICIA


La llamada de auxilio de los ríos

01/03/2008 | Javoer Saavedra


Urge una limpieza a fondo de los cauces y un efectivo control de los vertidos para frenar el alarmante descenso de la población truchera. Todavía estamos a tiempo



| j. m. casal

Es de esperar que algún día los expertos en la materia se pongan de acuerdo y nos aclaren, de una vez por todas, si este tiempo meteorológico que últimamente estamos disfrutando, o quizás padeciendo, se debe al tan en boga cambio climático o es, sencillamente, de origen cíclico. Sea cual sea la causa, llueve menos de lo que llovía y sobre todo de una manera muy diferente.

Era la de entonces una lluvia pertinaz, que en ocasiones no cesaba en meses, empapaba la tierra y por ella se filtraba para llenar los acuíferos. Estos abrían las fuentes, que eran las que después se encargaban de mantener el nivel de agua de los ríos, durante todo el año. El hecho de que esté lloviendo menos y con una menor intensidad no permite que el agua se cuele a los acuíferos, con el consiguiente descenso de los niveles freáticos. Tan es así que, en muchos puntos de Galicia, se oyen comentarios relativos a pozos que se han secado por primera vez en la vida.

Todas las cabeceras de los ríos de nuestra comunidad ­?-muchas de las cuales pesqué hace ya tantos años, por cierto, repletas de truchas y en donde se podía beber sin riesgo alguno- mantenían una cantidad importante de agua, incluso durante el verano, porque estaban alimentadas por fuentes que no se cerraban nunca.

Hoy por hoy, estas cabeceras no tienen prácticamente gota de agua ni siquiera en pleno invierno. Se puede ver ahora, como mudo testigo, algún molino en medio de un prado, que, si no fuese porque conocías la zona de antes, nada haría pensar que por allí había pasado un arroyo.

La sequía no es de ahora. Nos viene avisando desde hace mucho tiempo y, con la escasa cantidad de lluvia caída en este otoño-invierno, no es difícil ni catastrofista predecir que para el próximo verano la mayor parte de los tramos de corrientes de nuestros ríos, incluidas las de los más caudalosos, se van a quedar en seco.

No importa lo que llueva a partir de ahora, porque eso ya no será suficiente como para que nos recuperemos, ni en parte, de esta sequía. Ojalá me equivoque, pero si esto llega a suceder tal como parece, y por las trazas todo nos indica que va a ser así, con la contaminación tan alta que padecemos, el daño ocasionado a los ríos va a ser de órdago.

Ya hemos tenido serios avisos, como el de este año en el embalse de la Fervenza del río Xallas o el de hace cinco o seis años en el río Miño a su paso por Lugo; amén de los de otras muchas zonas, que, por no ser tan espectaculares, pasan desapercibidos. Llegados a este punto, y a la espera de que se adopten medidas definitivas, si el problema más acuciante ahora mismo es la escasez y la falta de limpieza del agua, no veo otra alternativa que no sea que, con carácter de urgencia, se embalse la mayor cantidad posible, en las presas de los molinos y en las represas que racionalmente se construyan, consiguiendo así que la contaminación, diluida en una cantidad mayor de agua, resulte menos dañina para nuestras truchas y para toda la cadena alimentaria. Ello no habría ocurrido si se hubiese mantenido el nivel del agua o si esta no bajase contaminada. Debemos tenerlo muy presente.

Cuando ocurre una desgracia ecológica, como cualquiera de las comentadas anteriormente, a los pescadores nos preocupa más bien poco que después, para depurar responsabilidades, intervenga o no la Justicia, que indudablemente debe hacerlo porque es su obligación; lo que de verdad nos importa es que estas cosas no sucedan nunca. La única manera de lograrlo es previniéndolas y para ello hay que tomar interés. A nosotros, los pescadores, nadie nos tiene que explicar quiénes son y dónde están los culpables, porque lo sabemos perfectamente.

Esperemos que, de una vez, se nos escuche y se nos haga caso.

De unos años a esta parte, el deterioro de nuestros ríos y riberas, agravado especialmente en estos tres o cuatro últimos, con un alarmante descenso de truchas en número y tamaño, da miedo. Por eso urge una limpieza a fondo de los cauces, la depuración de sus aguas, el control de los vertidos, etcétera, etcétera. Y ahora, para llevarlo a la práctica, sí que ya hacen falta, presupuesto, interés y conocimientos.

Hemos recibido este impresionante patrimonio impoluto y, si seguimos por este camino, lo vamos a legar hecho una vergüenza. Es nuestra responsabilidad abordarlo realmente en serio si no queremos que en muy pocos años, las truchas y demás animales de su entorno sean historia.?




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