Las rías de Ferrol y Vigo reciben cada día 220 millones de litros de aguas residuales sin tratamiento o con uno manifiestamente deficiente, la de O Burgo, en A Coruña, soporta más de 150 focos de contaminación, la de Arousa se lleva la palma con más de medio millar de puntos de vertido, la de Corcubión solo produce marisco para las conserveras, no apto para el consumo humano... El diagnóstico sobre la situación de las rías gallegas es como mínimo preocupante; crítico, en opinión de algunos expertos consultados. La Voz ha analizado a lo largo de las últimas dos semanas el estado de cada una de las ensenadas y, salvo honrosas excepciones, el denominador común es que casi todas acusan problemas derivados de la falta de infraestructuras adecuadas para tratar los residuos que generan los hogares y las industrias.
Lo curioso del tema es que el saneamiento integral de las rías ha sido un tema recurrente desde mediados de los noventa, cuando se empezó a asumir que Galicia llevaba décadas vertiendo todo tipo de productos al mar sin apenas controles. Fue en el año 1995 cuando Xosé Cuíña, entonces conselleiro de Obras Públicas, lanzó el primer plan para sanear varias de las rías más importantes (Arousa, Vigo, A Coruña, Ferrol...). Apenas dos años más tarde, la Comisión Europea apercibió a la Xunta en un informe en el que advertía de la falta de depuradoras y del deficiente funcionamiento de algunas de ellas. Más un decenio después, Bruselas sigue emitiendo advertencias similares y los 2.000 puntos de vertido detectados por Augas de Galicia en las rías, 400 de ellos graves, evidencian que el camino se ha recorrido a paso de tortuga pese a las reiteradas promesas lanzadas por los sucesivos Gobiernos de la Xunta.
Expertos como Victoriano Urgorri sostienen que esta falta de voluntad política para atajar el problema no es más que un reflejo de la escasa conciencia social. Sea o no así, lo cierto es que Galicia necesita tomar conciencia de la coyuntura porque las cifras empiezan a ser alarmantes. La producción marisquera ha caído de forma alarmante en algunas zonas (véase el caso de Ferrol) y en otras las autoridades comunitarias han prohibido la extracción de producto para el consumo en fresco, dañando así el principal activo de las rías: la imagen de calidad que otorgan a los productos gallegos.
Pese a ello, los biólogos sostienen que todavía se puede reaccionar y que hay tiempo para la esperanza. Los actuales responsables de la Consellería de Medio Ambiente aseguran que van a habilitar los recursos necesarios para acabar con las agresiones a las rías, pero se han dado de plazo hasta el año 2015 para cumplir su objetivo. Es decir, entre el primer plan de Cuíña y el del punto y final (si se cumple, claro) habrán pasado 20 años.
Hace veinte años, Victoriano Urgorri escribió un artículo en el que alertaba sobre el maltrato al que la sociedad gallega estaba sometiendo a las rías. «Falaba de todos este problemas que siguen vixentes hoxe en día. E non me fixeron caso, claro; ao contrario, dicían que era un catastrofista, un alarmista, algo que me seguiron chamando co paso do tempo». Pero ese mismo tiempo ha acabado por darle la razón. La ría de Ferrol se encuentra en un estado crítico por el vertido diario de cien millones de litros de aguas fecales sin ningún tipo de tratamiento y por la actividad industrial, hasta el punto de que la producción marisquera en esta ensenada ha caído de 720 toneladas en 1997 a solo 120 actualmente.
Urgorri sostiene que el problema de las rías orbita en torno a la falta de concienciación de la sociedad para acabar con un espinoso asunto que lleva lustros siendo una asignatura pendiente. «Este é un problema da cidadanía. Galicia ten unha riqueza de tal magnitude que semella inesgotable, existe a conciencia de que o mar pode con todo, pero non é así, e xa estamos no punto en que se empeza a notar. Estamos matando a galiña dos ovos de ouro», advierte.
En el caso de la ría de Ferrol, que es la que ha estudiado con mayor detalle, el catedrático de la Universidade de Santiago recurre a un símil para explicar el delicado estado en el que se encuentra: «É como si todos os días recibira un camión de esterco e nós so tivésemos unha carretilla para retiralo». A su juicio, parte del problema podrá solucionarse dentro de cuatro o cinco años cuando entre en funcionamiento la nueva depuradora y la red complementaria, pero subraya que los metales pesados vertidos durante décadas por las industrias ubicadas en la ría (astilleros, metalúrgicas, madereras...), y que siguen presentes mezclados con los lodos en los fondos, representan un problema de mayor calado cuya solución es, a día de hoy, más incierta.
José Antonio Tizón, patrón mayor de la Cofradía de Pescadores de Vigo, prefiere ver la botella medio llena. «Hay problemas por la falta de capacidad de las depuradoras de la ría, y seguro que eso ha incidido en la desaparición de especies, pero lo cierto es que la de Vigo está en mejor estado que otras bahías gallegas», mantiene. El representante de los marineros de la ría olívica considera que los problemas de contaminación, aunque latentes, son puntuales, «lo que no quita que haya que mejorar sus condiciones medioambientales».
Tizón apunta para la reflexión el hecho de que especies como la lorcha hayan desaparecido totalmente de la ría pese a que no se trataba de un tipo de ejemplar demandado. «Por sobreexplotación no fue, por lo que la contaminación pudo haber acabado efectivamente con este pescado que se criaba junto a las bateas», apunta el patrón mayor. Otras especies más demandadas como el lenguado, el rodaballo o la solla aparecen también ahora de manera aislada y puntual, pero para Tizón no está claro si su desaparición se debe a las condiciones ambientales de la ría o la alta demanda registrada. Para el patrón mayor todas las medidas que se puedan aplicar para frenar la contaminación son en todo caso deseables para preservar su contenido piscícola y ambiental.