Los tres insecticidas de la familia de los neonicotinoides que han sido prohibidos por la Comisión Europea podían no ser la causa principal –y desde luego no la única- de lo que los expertos han llamado despoblamiento de las colmenas, el hecho de que la población de abejas esté en retroceso en los países desarrollados. El asunto ha sido debatido también en EE UU, donde hay incluso un comité específico para el tema (CCD por sus siglas en inglés), y la conclusión es mucho menos tajante que la adaptada por la UE.
El trabajo apunta a una serie de causas que van desde la aparición de parásitos específicos como el Varroa destructor (uno de los primeros acusados), los virus asociados a este, bacterias como la causante del loque europeo, y también a la malnutrición, debida a cambios en la época de floración de plantas como el almendro. También se señala a factores genéticos, como la poca variablidad que hace que no haya animales resistentes adaptados a condiciones adversas.
Esto no quiere decir que no haya un apartado destinado a los insecticidas, que son una “preocupación primordial”, según el informe elaborado por el organismo. “La exposición de los polinizadores a los pesticidas continua siendo un área de preocupación e investigación, especialmente los sistémicos como los neonicotinoides”. Pero hecha esta apreciación, añade que, por ejemplo, “cuando se observa el efecto de los pesticidas desde un punto de vista agregado, la frecuencia y la cantidad de los residuos de los piretroides [otra familia de insecticidas sintéticos] junto con su toxicidad puede suponer un riesgo tres veces mayor para las colmenas que los neonicotinoides”.
De hecho, como recoge la web Science Media Center, ni siquiera los expertos –en este caso británicos; no hay algo similar en castellano- se ponen de acuerdo con el efecto que puede tener la moratoria de dos años decretada en Europa. Los comentarios van desde los que opinan que es poco tiempo para que se note el efecto hasta quienes la aplauden como un simple resultado del principio de precaución o quienes temen que el efecto de no usar pesticidas suponga una pérdida de cosechas aún mayor que la producida por el declive de las abejas.
La conclusión en Estados Unidos es, por tanto, más prudente (y menos vistosa desde un punto de vista de la comunicación o de los grupos ecologistas): hay que seguir investigando hasta saber qué peso tiene cada uno de los factores que influyen.