Es una avenida del callejero de Vigo, y un instituto, pero la mayoría de los que circulan por la primera camino de las playas o pisaron las aulas del segundo no distinguirían a Ricardo Mella (1861-1925) de cualquiera de los otros próceres con placa en las calles o en los centros docentes de la ciudad olívica. Sin embargo, al contrario de la mayoría de los otros próceres, Mella fue un anarquista, “el más hondo, el más penetrante y el más lúcido de los pensadores anarquistas españoles”, en palabras de Federica Montseny, que de acracia algo sabía. Con ánimo de reivindicar su figura y su obra, diversos colectivos organizan en su ciudad natal el sábado día 20 un homenaje, Ricardo Mella, libertario daquí, da ría, al que asistirá uno de sus nietos, Raúl Solleiro Mella.
Ricardo Mella fue una demostración de aquella fe ciega que tenían los librepensadores en la educación. Con 17 años dirigía ya un periódico quincenal y con 21 ya se hizo acreedor de una pena de cuatro años de destierro y 625 pesetas de multa por parte de la Audiencia Territorial, la primera sentencia decididamente política contra un escritor gallego y la más severa de la Restauración, por un delito de opinión, según el historiador José Antonio Durán. A los 26 años finaliza sus estudios de topografía y recorrerá España analizando terrenos y proyectando trazados, a la vez que fundaba periódicos y escribía ensayos y folletos para difundir el pensamiento libertario. El oficio de topógrafo y el apostolado anarquista le dejó tiempo (y recursos) para criar 13 hijos. A los varones les impuso nombres habituales, pero en los de ellas puso más ilusiones: Alianza, Esperanza, Alicia, Urania, Flora, Alba y Luz.
Después de varios regresos, en 1909, se instala definitivamente en Vigo para encargarse de la finalización del plan urbano y suburbano de la ciudad, y para dirigir las obras de construcción de la red tranviaria. Comienzan en 1912 (con la colaboración de dos de sus hijos), el mismo año que funda su última publicación, El Libertario, y dos años después circulan los primeros tranvías. Fue nombrado director gerente de la Compañía de Tranvías de Vigo hasta su muerte, en agosto de 1925. A su entierro asistieron seis mil de los 50.000 habitantes del Vigo de entonces.
Mella se retrajo de su actividad doctrinal en sus últimos años no tanto por su cargo, sino por haber tomado partido por los “aliadófilos”, los líderes anarquistas que en la I Guerra Mundial consideraban un mal menor apoyar a las democracias liberales frente a los imperios absolutistas, y que quedaron en minoría frente a los “neutralistas”, los partidarios de mantenerse fieles al antimilitarismo. Antón Fernández Álvarez, biógrafo del pensador vigués (Ricardo Mella o el anarquismo humanista, Antrophos, 1990) niega que el desconocimiento de Mella venga de esa etapa o del rechazo de su faceta “empresarial”. “El olvido de los libertarios es generalizado, e incluso dentro del movimiento actual, hay una cierta reivindicación de los movimientos y los líderes de la Guerra Civil, pero la relación con los antecedentes es nula”, dice Antón Fernández, que sin embargo considera que “los nuevos movimientos sociales podrían engarzar con ideales de aquella época, con aspectos determinados del pensamiento de Mella, como que antes de la revolución social tiene que darse una revolución personal, su rechazo frontal del autoritarismo, o su apoliticismo”.
“Yo empecé a conocer algo de la vida de mi abuelo cuando iba a casa de mi abuela y de mis tías, en García Barbón, 12, que era una casa muy alegre”, recuerda a sus excelentes 85 años Raúl Solleiro Mella, hijo de Humberto Solleiro y de Urania Mella. “Aunque más me dijeron después, en la otra casa, en la de mis tías paternas, las de derechas, donde me informaron de cosas como que había muerto de un atracón de percebes”, dice irónico. La casa de las tías paternas fue a donde llevaron a los cuatro hermanos Solleiro Mella, manu militari, en verano de 1936, después de detener a sus padres, que serían condenados a muerte simplemente por su militancia (el padre en UGT, la madre en Mujeres Antifascistas). En el caso de Humberto se llevó a cabo, tal y como le dijeron sus tías, que le pidieron que cerrara las ventanas porque iba a pasar el camión que conducía a su padre a O Castro para ser fusilado. En el de su madre, se la conmutaron por 12 años de cárcel.
“Pasé de ser un niño que se sabía nieto de una personalidad, que no entendía muy bien como el abuelo había podido ser director de una empresa y anarquista, pero que viajaba gratis en el tranvía, a ser un apestado social, con el que los niños se metían en el colegio de curas diciéndome ‘a tu padre lo fusilaron’”, recuerda Raúl Solleiro, que ha escrito varios libros con sus memorias. Cuando tenía 17 años, su madre salió de la cárcel, pero se les hacía imposible vivir en Vigo donde los señalaban con el dedo. Su casa de Lavadores había sido saqueada “excepto el piano con el que mi madre daba clase, que no supieron llevárselo”. Se fueron a vivir a Lugo y cuando su madre murió, dos años después, Raúl fue a probar suerte a A Coruña, en donde sigue.
“Creo que mi abuelo no es tan conocido como debería porque 40 años de dictadura convirtieron a un pacifista en un demonio”, asegura Raúl, que nunca se ha metido en política, tal y como le juró en su día a su madre, “lo que no quiere decir que no tenga ideología. Soy socialista, aunque no haya estado en ningún partido”. De todas formas, el que nace para martillo… Solleiro Mella se casó con la hija de Juan Tizón Herreros, último alcalde republicano de Monforte de Lemos, que logró escapar a Portugal en 1936 en donde vivió oculto –entre otros sitios, en la casa de Mario Soares- hasta que falleció en 1945.
Curiosamente, ninguno de los hijos de Ricardo Mella heredó la ideología paterna. “Eran todos progresistas, de izquierdas, mi madre votaba al PSOE, pero no tenía militancia partidaria. El único político fue Ricardo, el mayor, que fue gobernador civil en Jaén. Después emigró a Venezuela y gracias a ser topógrafo se hizo millonario”. Raúl no solo ha heredado el ser apolítico pero no antipolítico de su abuelo. También su faceta empresarial, y en el ramo del transporte. Tuvo varias agencias en toda España y llegó a ser presidente de la patronal coruñesa. “Muchos se extrañaban de que fuese empresario y “rojo”. ¿Qué pasa, que solo pueden ser empresarios los hijos de ...?”