Cuando José dejó su aldea para emigrar a Uruguay, allá por 1961, en Candelago había una veintena de habitantes. Tenía trece años. Regresó a ese lugar del concello de Ponteceso con 26. Pero no se quedó. Solo estuvo de paso antes de cambiar de destino: Suiza. Regresó definitivamente a su pueblo hace unos quince años. Pero en Candelago ya no vivía nadie. Lo único que encontró fueron las viviendas vacías. Los mayores habían ido muriendo y los jóvenes se habían marchado fuera. «Moitos marcharon para a marina mercante», comenta mientras muestra los muros de una pequeña casa en la que cuando se fue «vivían unha nai e un fillo».
Aunque ahora tiene piso en Corme, a poco más de un kilómetro de la aldea, conserva una casa en su pueblo, en la que tiene animales. Ahí se refugia cuando quiere observar el Atlántico desde lo alto o deleitarse con la paz que se respira los días de verano mirando hacia Laxe, Camelle, Arou... «A veces no verán quedo aquí para ver amañecer», explica. Es el último habitante de Candelago, el último nativo que todavía mantiene el vínculo con el lugar que lo vio nacer.
Las casas del pueblo, exceptuando la de José y otra que queda un poco más apartada del núcleo, las compraron Pablo y Jesús. Querían montar un gran complejo de turismo rural, construir ahí un balcón sobre el mar. Pero la merma de ayudas públicas para poner en marcha ese tipo de negocios, unida a la crisis, les hizo cambiar de planes. Ahora las cuatro casas, con tres hórreos o cabazos con pilares apoyados directamente sobre la piedra de la montaña, están en venta. Piden 250.000 euros por el complejo. Y han recibido un gran número de llamadas de toda partes. «Viñeron ingleses, suízos...», dice Jesús. Hace unas semanas hasta pasaron por el pueblo inversores de Arabia Saudí.
Pero Candelago no es el único lugar que está en el mercado en Galicia. Hay en torno a una treintena. Desde pueblos levantados a la sombra de los embalses con templo y escuela hasta monasterios o espacios con casas semiderruidas sumergidas entre maleza. El número de las que han entrado en el mercado inmobiliario es aún mínimo en relación a la cantidad de núcleos que han ido quedando vacíos por toda la comunidad. Los datos del nomenclátor correspondientes al último censo del 2011 muestran que son 1.408, un 32 % más que hace diez años. Un 38,4 % están en la provincia de A Coruña; un 43, 4 % en Lugo; un 9,6 % en Pontevedra, y un 8,7 % en Ourense. «A razón de por que esta última rexistra a menor porcentaxe non é outra máis que a de que é na que hai unha menor dispersión poboacional», dice la profesora de Socioloxía de la Universidade da Coruña Antía Pérez Caramés.
Los herederos de los que fueron vecinos de José hace cincuenta años fueron deshaciéndose de las viviendas, los terrenos, los hórreos... Los últimos se desprendieron de las propiedades hace ya una década. Acabaron desvinculándose del lugar donde nacieron ellos o sus padres.
Es un fenómeno general. «He visto cómo los mayores que dejaron su tierra la han tratado de transmitir a sus hijos o a sus nietos. Los últimos no la entendían igual, pero a la menor oportunidad trataban de revivir esa identidad. Cuando desaparecen los que ayudaban a reinventarla nace el desarraigo», explica el catedrático de Sociología de la Universidade da Coruña Antonio Izquierdo.
Los árabes que llegaron a Candelago observaron cómo las casas cuelgan sobre la montaña que escolta Corme. Parece Irlanda, pero es Galicia. A medida que se avanza van descubriéndose las viviendas de estilo tradicional, donde los animales dormían en la parte baja para dar calor de hogar; los hórreos en los que guardaban el maíz para todo el año...
Vieron la oferta en la web de Aldeas Abandonadas, una de las que oferta propiedades de este tipo en Galicia. Pero hay muchas más. Galician Country Homes, una de las líderes del sector; Galician Paradise... Todas traducidas al inglés porque son los extranjeros los más dispuestos a repoblar esas aldeas. En la zona de A Pontenova hace tan solo unos días un sueco compró una y otra pasó a manos de ingleses en esa misma zona.
Pero ese desembarco foráneo en Galicia es mínimo. «Observando los datos de la inmigración desde el Reino Unido de personas mayores de 60 años, puede comprobarse que desde 1998 hasta el 2011 solo lo han hecho 200 personas. Además, un 45 % van a núcleos de menos de 10.000 habitantes», explica la socióloga de la UDC experta en análisis de la población.
Repoblar esas aldeas no resulta un trabajo liviano. Una traba importante que topan a la hora de meterlas en el mercado es que muchas veces se desconoce la identidad de los propietarios de las viviendas que componen los núcleos o también se dan casos en los que no puede formalizarse ninguna operación de cambio de propiedad porque uno de ellos emigró y se le ha perdido la pista. Cualquier heredero podría reclamar. Y los descendientes de los que fueron sus habitantes no regresan a aldeas como Candelago. A menos que vivan con la comodidad de la ciudad.