El 2008 fue el último año dulce para los puertos deportivos. La práctica totalidad de los de la ría no solo exhibían el cartel de completo, sino que en la mayoría había listas de espera. Las más de 3.500 plazas de amarre existentes se quedaban pequeñas ante la creciente afición a la náutica y menudeaban las voces de empresarios y usuarios pidiendo la ampliación de las marinas o la instalación de otras nuevas. Atendiendo a tanta demanda, el plan director de la Xunta elaboró ese año proponía la creación de hasta 1.600 nuevos amarres solo en O Morrazo.
Cinco años después el panorama se parece bien poco. No solo no ha sido necesario ampliar instalaciones, sino que la totalidad de las existentes cuentan con plazas libres. Solo en los tres meses de verano se roza el lleno en buena parte de las mismas. En buena medida, es así gracias a los transeúntes, aunque también a muchos los propietarios de pequeñas embarcaciones de recreo que entre octubre y mayo optan por dejarlas en seco para ahorrarse ocho meses de alquiler. En el olvido han quedado proyectos como los previstos en su día para la ETEA (1.000 plazas), Canido (141) o la antigua fábrica de Massó (420).
Los responsables de las diferentes marinas de la ría, desde Baiona hasta Punta Lagoa, pasando por el Náutico de Vigo o el de Rodeira en Cangas, coinciden en que el goteo de bajas no cesa. «Cuando las familias se enfrentan a dificultades económicas, los primeros gastos que eliminan son los relacionados con el ocio», señala Carlos Gago, responsable de Davila Sport que, como los del resto de las marinas tratan de sortear el chaparrón -con más exito en unos casos que en otros- ampliando prestaciones por el mismo precio y ajustando gastos.
Tal vez el Liceo de Bouzas es uno de los que mejor capea el temporal. Pese a que estrenó ampliación de pantalanes cuando estalló la crisis, apenas tiene una veintena de plazas libres de las 320 con las que cuenta, 43 de ellas de fondeo. Tal vez el hecho de que los mayores barcos que acoge no superan los 13 metros no sea ajeno a ello. La mayoría están entre los 6 y los 8 metros.
Un problema añadido es el de la morosidad. No parece menor ya que, según reconocen, en algunos casos llega a superar el 10 por ciento cuando el listón no solía pasar del dos. En este sentido, el único puerto deportivo que parece no tener problemas es el de Moaña. Sus normativa interna contempla que la persona que retrase más de dos meses el pago de sus cuotas será «invitada» a abandonar las instalaciones.
En el caso de Punta Lagoa, están teniendo que hacer frente a complicaciones añadidas. La marina la explota Yatesport que, tal como recuerda Ricardo Frade, complementa el modelo de negocio con la nave-taller de reparación de embarcaciones sobre la que pesa una sentencia firme de derribo. Añade Frade que el daño colateral al más grave que es el peligro que corre una treintena de puestos de trabajo, es la supresión de un servicio complementario que los usuarios valoran y que puede suponen nuevas bajas.
Peor es la situación de Ronáutica, otra de las empresas con más trienios en el mundo de la náutica deportiva. Las serias difultades de financiación por las que atraviesa han sido la causa de su entrada en concurso de acreedores. El administrador de la firma, Rolando Andrade, explicó hace unos días a La Voz que confía en llegar a un acuerdo con los proveedores y salir en el menor plazo posible de dicha situación.
Disponen de una treintena de plazas libres de las 269 con las que cuentan para buques de entre 6 y 18 metros de eslora. Desde que se creó hace una década se mantuvo lleno hasta el pasado año. En invierno han empezado a menudear las bajas y, por otra parte, se nota una subida de entre seis y ocho dígitos en el nivel de morosidad. Como en el resto de los puertos hay barcos a la venta.