La mitad de la comida que se produce en el mundo acaba en la basura. En todo el planeta se fabrican alrededor de 4.000 millones de toneladas de alimentos cada año. Entre 1.200 y 2.000 se pierden por el camino, antes de llegar al estómago de uno de los 7.000 millones de humanos. Una población que se ha triplicado en el último medio siglo y que en 2050 alcanzará los 9.500 millones. A día de hoy, uno de cada ocho pasa hambre.
Un estudio de la Institution of Mechanical Engineers, que agrupa a ingenieros británicos, advierte que el número de personas hambrientas, que se ha reducido en las dos últimas décadas, va a volver a dispararse en los próximos cuarenta años si no se optimizan los recursos para la producción y distribución de comida. En los países desarrollados, la mayor parte de las pérdidas se producen en los hogares y en el proceso de comercialización, mientras que en los países del tercer mundo, los problemas se centran en la ineficiencia de las técnicas agrícolas, el mal almacenaje y transporte de las cosechas, según el informe. En Europa, se despilfarran 179 kilos de comida por habitante al año, según datos comunitarios. Las estadísticas sirven también para España.
En el sureste asiático, la zona más poblada del mundo y con más personas hambrientas, se pierden 180 millones de toneladas de arroz cada año. El informe revela, sin embargo que, mientras en China –un país en rápido desarrollo-, se desperdicia un 40% del arroz, en Vietnam –con un nivel de desarrollo muy inferior- se desaprovecha el 80% por la ineficacia de sus infraestructuras.
El estudio achaca el despilfarro en Europa y EE UU a una cultura del consumo basada en la estética de los productos, una política de fechas de caducidad demasiado estricta y las técnicas de venta de los supermercados, que fomentan que los consumidores compren más comida de la que necesitan, aunque la acaben tirando. Los occidentales tiran entre el 30 y el 50% de los alimentos que adquieren. El año pasado, las grandes superficies de Reino Unido rechazaron un tercio de las cosechas de frutas y verduras del país que, pese a ser comestibles no tenían un aspecto suficientemente atractivo para sus estándares.
Como consecuencia del derroche de alimentos, enormes cantidades de agua, tierra y energía se invierten en vano. Por cada caloría de comida es necesario invertir entre siete y diez calorías de energía. La agricultura absorbe el 70% de los 3.800 millones de metros cúbicos de agua que se consumen al año. De ellos, 550 millones se destinan a regar cultivos que no llegan a ningún plato.