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La Voz de Galicia

GALICIA


La variante hace desaparecer los restos castreños de Taramancos


14/03/2012 | Javier Romero
| NOIA
   

En el trazado del vial, ya marcado, no queda ninguna estructura


Una gran parte del yacimiento arqueológico de Taramancos ha pasado a mejor vida. El conjunto de estructuras castreñas, y de otras épocas posteriores, hallado durante los primeros trabajos de la variante en el 2011 ha desaparecido. ¿El motivo? La construcción de la carretera que atraviesa esta parte del municipio noiés y que termina en Testal para conectar con el puente que cruzará la ría. La última novedad que ya se puede ver sobre el terreno son las estacas que delimitan el ancho de la calzada, un espacio en donde antes había restos y ahora no hay nada más que tierra. Es más, el área ya está acondicionada para iniciar los trabajos de asfaltado.

La Consellería de Medio Ambiente, Territorio e Infraestruturas fue la encargada de supervisar la excavación en el yacimiento, que realizó la Dirección Xeral de Patrimonio. Esta actividad se prolongó durante meses y desde la Xunta siempre se dijo que su intención era estudiar y catalogar los restos aparecidos. Es más, incluso aseguraron que en el caso de encontrarse algo de valor extraordinario podría ser almacenado para su puesta en valor.

La actividad arqueológica se prolongó durante meses. En ese tiempo, en Santiago siempre repitieron los argumentos antes citados sin especificar de forma clara cuál sería su futuro. Mientras, la construcción de la variante siguió avanzando según los plazos previstos, salvo en la zona de Taramancos. Ahora, los operarios han regresado a este lugar para delimitar el ancho del vial dejando únicamente restos a ambos lados, pero nunca en el terreno marcado.

Falta de voluntad

En la Administración local de Noia, el teniente de alcalde y concejal de Casco Histórico y Patrimonio, Bieito González, manifestó que «a Xunta nunca tivo vontade real de conservar os restos de Taramancos nin de atender a demanda que o Concello fixo en agosto para lograr tal fin. Ademais, evitaron facer un esforzo para incluír no proxecto modificacións técnicas que permitisen conciliar o progreso coa nosa historia».



El caballo de Atila

Dicen que el caballo de Atila se llamaba Othar. Othar cabalga de nuevo sobre la tierra. Tierra en la que nuestros antepasados celtas nacieron, amaron y sobrevivieron aislados del enemigo que venía de Roma. Levantaron sus castros cerca del mar y fundieron los metales, aleándolos para fabricar sus armas. Con el oro labraron torques y adornos preciosos para premiar a sus amores. Ellas cuidaban del futuro mientras ellos partían a la descubierta de nuevos horizontes bajo los que defender sus vidas. Nos legaron su historia, su luz y su paisaje, del mismo modo que a nosotros nos gusta legarlos para que los hijos de nuestros hijos conserven los muros tras los que habitamos y los cementerios en los que yaceremos. Pero el nuevo Atila no entiende de historia ni de amores. No conoce el color de la leyenda ni el respeto por el origen de nuestra sangre. El moderno Atila atiende al color del dinero y respeta el poder de los especuladores sin pensar en sentimientos. Espolea su caballo y le obliga a pasar una y otra vez sobre la tierra que un día fue santa para los nuestros. En ningún otro país de nuestro entorno, y también me refiero a los países españoles, permitirían que los vestigios celtas de Taramancos desaparecieran de la noche a la mañana aplastados por la fuerza y la potencia de la maquinaria moderna, caballos mecánicos sin conciencia guiados a la destrucción por estos Atila de corbata y traje Armani que, desde asépticos despachos, liberan como eructos órdenes de destrucción masiva. Atila defendía el hambre de su pueblo. Estos defienden sus percebes, sus lujos y sus vanidades. ¡Qué desastre!




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