Cinco familias de las diez afectadas por el proyecto de construcción de la nueva depuradora del Lagares rechazan la indemnización que hasta ahora les ha ofrecido por sus casas y fincas la Sociedad Estatal de Aguas de las Cuencas del Norte (Acuanorte).
Los vecinos alegan que con las cantidades prometidas no son capaces de comprar otras viviendas de características similares a las que poseen en la actualidad.
Un ejemplo es el de Rita Campos, una de las residentes en la zona, significada en su día por encabezar las protestas contra los malos olores de la actual depuradora. Ella y su familia residen en una casa asentada sobre una finca de dos mil metros cuadrados en la que se ubican además de la vivienda, un hórreo, árboles, viñedos, un pozo, gallinero y otra serie de servicios. Por todo ello Acuanorte les ofrece «de palabra» 420.000 euros. Para comprobar si esta cantidad les permitiría tener las mismas dotaciones que las actuales Rita Campos se puso manos a la obra e inició la búsqueda de un hogar. Lo que se encontró fue un terreno en Coruxo de 600 metros cuadrados por 280.000 euros, otra finca en esta misma parroquia de 1.278 metros por 510.000 euros, una casa construida en una parcela de 500 metros, también en Coruxo, por la que le pidieron 580.000 euros y un chalé adosado en San Miguel de Oia con 353 metros de terreno por un valor de 520.000 euros más IVA.
Decidió cambiar de zona y probó suerte en Alcabre, donde se encontró de nuevo con la misma sorpresa: una parcela de 800 metros por 550.000 euros.
Tras volver sus pasos a Coruxo sin éxito, recaló en Canido topándose una y otra vez con las mismas cifras.
Finalmente, cuando creía estar más cerca de la solución en el municipio de Nigrán tras encontrar una finca en Priegue de 2.000 metros por 370.000 euros, resultó que no se podía edificar.
Rita Campos no está dispuesta a perder lo que tantos esfuerzos le ha costado sin una compensación justa que le permita la reposición del patrimonio actual.
«Ahora tenemos centro de salud, iglesia, autobuses, instituto, colegios, todos los servicios», explica. Por eso rechazó un primer pago de 210.000 euros. «Como no firmamos nos amenazaron con ingresar el dinero en nuestra cuenta y en el momento en que nos hicieran el pago, nos daban dos meses», continúa relatando la vecina. Por temor a que se cumpliera la amenaza, ella y las otras cuatro familias vigilaron a diario la cuenta durante dos meses.
En realidad, no es que se nieguen a la expropiación. Lo que no aceptan es la cantidad que les han ofrecido, muy alejada, a su juicio, del valor real de sus propiedades.
De la misma opinión que Rita Campos son las otras cuatro familias, cuyas casas están situadas en el mismo ámbito.
Entienden que después de pasar todo lo que han pasado con la actual estación depuradora del Lagares, no es de recibo que los despachen de esa manera con el sufrimiento que ya supone abandonar el hogar de tantos años.
«No es que nos neguemos a la expropiación, pero no queremos que nos tomen el pelo»
La sociedad responsable de las expropiaciones, Acuanorte, ha citado mañana en sus dependencias a las cinco familias pendientes de cobrar, quienes acudirán con sus abogados para intentar negociar. Sin embargo, aseguran que no darán el brazo a torcer porque son muchos años de sufrimiento y ya están acostumbrados.
«Llevamos 14 años a vueltas con el sulfhídrico, amoníaco, y metano, el mismo tiempo que ha transcurrido desde que se puso a funcionar la depuradora actual, 14 años sufriendo; a día de hoy en todas las casas tenemos problemas de salud», se lamenta Rita Campos. Ella misma tuvo que delegar las funciones de portavoz de los afectados por la presión y el estrés que significaba durante tanto tiempo. La vecina del entorno del Lagares añade que «nunca vamos a estar de acuerdo con lo que ellos nos puedan ofrecer y esto, además, es una reposición.
Ha visto más de una veintena de terrenos y casas y, aunque admite que en algunos casos no están mal, sin embargo, dice, nada tiene que ver con su vivienda. Además, añade, no se ubica en otro sitio. Y es que algunos de los afectados tienen ya sus años, lo que convierte la mudanza en un mal trago.
Todos ellos coinciden en que después de aguantar tantos años los malos olores y otras molestias, no es lógico que los traten de esa manera. Recuerdan que hasta tuvieron que realojarse en varias ocasiones en hoteles debido al hedor desprendido por las instalaciones. «Aunque en los último tiempos mejoró la situación, la depuradora nunca dejó de oler, ayer mismo y anteayer era insoportable», concluye Rita Campos.
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